Implicar al visitante
La implicación es una cuestión relevante en el mundo de las
exposiciones, y en cualquier libro sobre el tema la palabra emerge de forma
sistemática. Se refiere al proceso de dirigirse directamente a los visitantes,
estimularlos, orientar su atención hacia algo, crear recuerdos positivos y
duraderos de la exposición y brindarles nuevas visiones. Hay una diferencia
real, significativa, entre mostrar unas piezas al o a la visitante y hacer que
se implique en ellas. La implicación es una experiencia mucho más profunda, que
cambia y enriquece el conocimiento y que es el objetivo del buen diseño de
exposiciones.
Para implicar a los visitantes de forma eficaz, los
exhibidores dedican grandes cantidades de tiempo y energía a investigar los
intereses y motivaciones del público y clasificarlo por edad, sexo y grupo
socioeconómico. Como todos los eventos que cuestan dinero, las exposiciones
implican competencia. En una muestra dedicada a los consumidores, ésta puede
adoptar la forma de atracciones tales como tiendas, complejos de ocio y centros
de jardinería. En exposiciones profesionales, cada stand compite con sus
vecinos y cada feria comercial con una hueste de exposiciones alternativas. Si
comprende qué es lo que motiva a una audiencia en concreto, el diseñador puede
desarrollar diseños dirigidos a grupos objetivos e implicar al visitante y
estimular su participación.
Durante la investigación necesaria para crear visiones
implicadoras que hablen al grupo visitante objetivo, el diseñador debe
considerar también las barreras físicas e intelectuales que dificultan la
implicación del público con las piezas expuestas. Al nivel más básico, esto
supone examinar el entorno físico para asegurarse de que los usuarios de sillas
de ruedas, las personas con deficiencia visual y otros grupos con
discapacidades tengan acceso a las muestras. Pero existen también barreras
menos tangibles. Los visitantes podrían distanciarse de una exposición si
sienten que no tiene relación con ellos, o que no encajan en ella. Las áreas de
recepción abrumadoras o confusas hacen que el visitante no se sienta
bienvenido. Todos estos factores pueden ser controlados por el diseñador.
Entender al público objetivo implica investigar: por una
parte, preguntar sobre las motivaciones, preocupaciones e ideales de los
visitantes a los que quiere atraer la exposición, y por otra, reflexionar sobre
las barreras físicas e intelectuales que pueden limitar su implicación. Con
este conocimiento, el diseñador puede elaborar estrategias para estimular el
interés e involucrar a los espectadores en la exposición poniéndolos en
relación con sus contenidos.
Hay temas de interés general para los que puede esperarse la
asistencia de diversos grupos de visitantes. Por ejemplo, los coches deportivos
atraerán a varios perfiles de edad y estatus socieconómico, tal vez con un
predominio de público masculino. En este caso el diseñador se dirige a un
público diverso que se acercará a la exposición desde una amplia gama de puntos
de vista. Por otra parte, exposiciones como las dirigidas a los niños deben ser
estudiadas y orientadas de forma muy meticulosa. Lo que atrae a un niño de
cinco años no necesariamente interesa a uno de diez, y una muestra que aspire a
captar ambos grupos puede resultar un error oneroso si no está bien estudiada.
Cuanto más dinero vaya a gastarse en una exposición, más cuidadosa debe ser la
investigación. En ciertos casos, el cliente probará de antemano aspectos de la
exposición, como pósters y elementos interactivos, mostrándolos para valorar
sus efectos en el público deseado.
La creación de exposiciones atractivas generalmente exige
una representación del público objetivo. Para llegar a los visitantes a los que
se dirige la exposición, el diseñador vincula el tema de la misma con algo que
éstos conozcan y entiendan y con lo que tengan una relación positiva, y suele
investigarlo de forma visual empleando un moodboard (collage temático). Así, si
el grupo objetivo consiste en jóvenes profesionales de entre 30 y 40 años, el
diseñador procurará representarlos a ellos y sus intereses en el tablero, y
hará esa representación lo más estimulante posible. El objetivo es visualizar
de forma dinámica puntos clave de inspiración. Los moodboard tienen un doble
propósito: estimulan la imaginación del diseñador y ofrecen precedentes
interesantes que mostrarán al cliente la dirección de las ideas; es una especie
de mapa mental visual. El cliente puede comparar las imágenes del tablero con
su propio conocimiento del mercado en el que quiere operar.
Para atraer a una exposición a los visitantes deseados hay
que dejar bien claro mediante los anuncios, los gráficos y el entorno físico,
que esa muestra es para ellos. Los visitantes habituales aceptan de buen grado
la rutina de acudir a exposiciones. Cuando se trata de grupos a los que no se
aplica esta condición, el diseñador debe mostrar con claridad, a través de
carteles de diseño adecuado, de textos y de marketing, un sentimiento de
acogida y una sensación de que en la exposición hay algo que interesará a ese
sector de visitantes.
Los moodboard y los estudios previos tienen otro propósito:
ayudan al cliente y al diseñador a estudiar y a retinar el lenguaje y el tono de
la exposición. Las imágenes del tablero pueden resaltar un lenguaje de diseño
apropiado para transmitir al público objetivo los mensajes e ideas sobre la
muestra. A menudo son una fuente de inspiración para la experiencia visual y
espacial de la exposición, y muestran cómo sus objetivos clave pueden
trasladarse a una experiencia tridimensional.
Diseño de exposiciones
Philip Hughes
2010
Editorial Promopress
Barcelona España
ISBN-13:978-84-936508-6-5
0 comentarios:
Publicar un comentario